Aisha Syed: una armonía de agradecimiento, disciplina y aspiraciones que aún anhelan su acorde perfecto
En el exigente ámbito de la música clásica, donde la técnica y la perfección son innegociables, Aisha Syed ha forjado un sendero único: uno donde el virtuosismo se entrelaza con la fe, el propósito y una autenticidad que conmueve tanto como su violín.
Proveniente de un modesto barrio en Santiago de los Caballeros y llegando a las salas más prestigiosas de la música clásica mundial, la violinista dominicana ha edificado una trayectoria que desafía la noción del talento puro al abrazar un significado más profundo, un propósito de vida fundamentado en la fe.
A pesar de haber actuado en majestuosos espacios como el Carnegie Hall de Nueva York y la Filarmónica de Berlín, Aisha revela que su presentación este año en el icónico Wigmore Hall de Londres fue, “por gracia de Dios, un sueño hecho realidad”. En este lugar, su música recibió una crítica especializada que no solo la aplaudió, sino que también la reconoció como una de las voces contemporáneas más destacadas del violín clásico.
“No he perseguido el éxito, he buscado a Dios… y mi carrera ha sido la consecuencia de seguir Su propósito”.
Su proceso creativo está profundamente conectado con su espiritualidad. “Mi misión en la vida es servir a Cristo y que Su voluntad se cumpla en la mía y la de mi familia”, afirmó con tranquilidad. Para ella, la música es más que un simple objetivo; es un medio para glorificar a Dios. Las horas dedicadas al estudio, los ensayos interminables y la precisión técnica son no solo ejercicios artísticos, sino actos de devoción. “Cada interpretación es el clímax de un proceso de carácter, fe y paciencia”, comentó.
Con el violín como parte integral de su ser, en un entorno competitivo y a menudo desarraigado, Aisha atesora con firmeza uno de los consejos más simples y poderosos que ha recibido: “Abraza tu identidad y crea tu propio camino. Confía en Dios y si no hay puertas abiertas, construye una”. Para ella, la disciplina, la persistencia y la fe no son herramientas para alcanzar la fama, sino hábitos que definen quién es, ya sea como madre, esposa o artista.
Aunque su mayor anhelo es que sus hijos amen a Dios por encima de todo, no oculta su aspiración artística de regresar a la Filarmónica de Berlín, esta vez junto a la célebre orquesta residente. Otro de sus sueños: debutar con la Filarmónica de Nueva York.
Si su violín pudiera hablar. . . «El Pelizon forma parte de mi vida cotidiana; los Stradivarius representan instantes excepcionales», comenta sobre los instrumentos que la han acompañado a lo largo de su carrera. Cada uno de ellos —confiesa— revelaría secretos distintos: desde la disciplina de los ensayos hasta la emoción de las grandes presentaciones.
Momentos que enseñan
«Más que obstáculos, he encontrado aprendizajes», afirma. Aisha no dramatiza las adversidades; las ve como una parte del proceso divino que forja su carácter. Para ella, cada etapa desafiante ha sido una herramienta para crecer y fomentar la humildad.
Su rutina diaria incluye un detalle entrañable: siempre comienza y concluye su práctica con himnos cristianos. «Cuando toco Amazing Grace, mi hija de seis años se asoma por la puerta emocionada y dice: ‘¡Mamá, ya terminaste, vamos a jugar! ‘», comparte con ternura, puesto que el hogar, el templo y la música conforman una misma sinfonía.
En septiembre, su fundación «Music for Life» llevará a cabo su VIII Clínica Musical anual con la participación del maestro argentino Luis Gorelik. Este proyecto, apoyado por el Banco Popular Dominicano y la Dirección General de Bellas Artes, tiene como objetivo conectar la música clásica con quienes más la necesitan.
Su agenda actual refleja una carrera imparable: recitales en Turquía, Miami, Ecuador, Perú, India, Arabia Saudita, Estados Unidos y Europa. Desde su reciente actuación en vivo para la BBC de Londres hasta el reconocimiento de The Strad Magazine y Vogue Latinoamérica, Aisha continúa construyendo una historia que merece ser contada.
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